Cuando llega enero aparecen a los pies de los contenedores flores de Pascua agonizantes y patas de jamón peladas asomando de las papeleras. En los parques, las telillas sobre la hierba ya dejan ver alguna oruga y los descampados y esquinas de los barrios, se colorean del amarillo de los jaramagos y vinagrillos.
El frío no es intenso, los cielos son azules y el sol calienta pero no quema, algo que saben bien las señoras. Llegado este mes a su rutina le dan un toque, una hojita de laurel, lo justo para que personas como yo notemos la diferencia.
Hace unos meses decidí ser más activa en mis encuentros con las señoras y comencé a apuntar las dolencias de aquellas con las que más interacciono (las que tienen perro). Si me cruzo a Maricarmen sé que debo preguntarle por la rodilla después de aquella caída tan mala que tuvo en verano. Mientras me cuenta de infiltraciones, resobo a su chihuahua. Tiene los ojos tan grandes y salientes que resulta imposible no rozárselos mientras me chupa la mano. El chihuahua. No me da asco, pero siento apuro porque a nadie le gusta que le acaricien los ojos.
Este sol genera una de esas situaciones que incluiría en mi listado de Estrellas Fugaces: cuando las señoras comienzan a descomponer las cafeterías para quedar de espaldas a él. Consumen (lo justo) y a continuación mueven las sillas los metros que necesiten hasta que los rayos alcancen sus espaldas. El lugar queda con varias mesas vacías y señoras desperdigadas por toda la zona, de tres en tres o de cuatro en cuatro. Si tenías intención de tomar algo allí y ellas comenzaron su ritual de invierno, lo siento mucho: prioridades.
Prefiero cuando se sientan en línea de cara a la pared, hablando entre ellas sin poder mirarse. Resulta muy cómico porque parece que estuvieran castigadas, aunque casi siempre una de ellas sucumbe y se da la vuelta. Normalmente suele ser la que lleva gafas ahumadas.
Hace poco, mientras volvía de la compra, vi a una anciana en un lugar donde no debía estar. Al día siguiente apareció en el mismo sitio y eso que en principio parecía un bug, pasó a ser una feature. Entendí que la señora bajaba cada día de su piso para sentarse al sol que caía en la calle de enfrente durante unas horas. Y lo hacía con la silla provenzal de su salón.
Pronto vi que este fenómeno sucedía con otras que no tenía ubicadas, tanto en mi barrio como en los alrededores. Básicamente lo que hago en mi terraza con el helecho, comenzaron a hacerlo ellas con sus propios cuerpos y las sillas de sus casas. Ahora pueden verse floreciendo en las mismas esquinas en las que crecen los vinagrillos.
Cosillas
🐔
Wallace y Gromit han vuelto con una película divertidísima y un Feathers McGraw más malo que un demoño.
👧🏻
Necesito tener la misma energía que esta niña preciosa todo el rato todo el tiempo. Manifestando.
🐱
Para las mañosas, aquí tenéis veinte patrones para tejer gatos victorianos. No sabría con cuál quedarme, ¿el de la tía Pru?
📘
Empecé el año leyendo Cartas gallegas de María Ramos Salgado y con cada palabra siento que he viajado a 800 kilómetros de casa.
🐶
La reacción de este perrito cuando su humana le da un beso. Esos ojitos, esa expresión, no se puede ser más guapo.
❤️ Abracito de año nuevo, Nazaret.
No sé si esto se puede decir en voz alta y en público, pero madre mía que bonica eres, Nazaret. Qué ternura de mirada tienes, y qué sabor bueno dejan siempre tus cartas. 😍
Gracias por compartir lo que ven tus ojos.
Qué alegría da leerte, de verdad